COSECHA
Rasurada la tierra, ordenadas filas de preciada barba expuestas al sol en los campos, descansa al fin, hasta volver a la carga. Sus vacaciones. También es verano para ella. Ahora se dora al sol como la mano que la ha cultivado, dándose así el doble sentido de lugar y madre.
Campos agostados de julio, reverso del tiempo que queda. Un hijo conduce, el padre mira por las ventanas traseras. Ojos nuevos, pero no vírgenes, para contemplar, avanzado el viaje, el mundo otra vez, sin mirar la carretera, lo que viene, solo el paisaje lateral. Se sorprende con algo fácil y trivial. La cosecha. Origen, algo a lo que se apunta, futuro, objetivo, consecución de la meta. El bonus del hombre desde que recolecta, el alivio y la alegría de la tierra después de entregar su trabajo para evaluación. Pero antes, las vacaciones: descansamos porque ella descansa.

Pueblo tras pueblo, sucesión de casas, iglesias, muros, caminos, pero ninguna agarra, es una travesía. Una familia entera por los meandros de los campos, sorprendidos por la cosecha. El hombre se pregunta si la suya fue suficiente, si debe cambiar los cultivos o emigrar. Y si es así, a dónde. A plomo cae el sol de la misma tarde, enturbiando el ánimo, oscureciendo la esperanza de que habrá un mañana de búsqueda y manantial.
El viento agita ahora las ramas más próximas, dispersa ligeramente la barba de la tierra recién rasurada. Los ojos cambiados, el espíritu aún en recuperación, pide el cuerpo nueva siembra. Quizá la semilla viaja ya en ese mismo viento que ahora agita el alma.
Lo bueno si breve, dos veces bueno. En este texto se cumple al aserto.
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Muchas gracias por tu comentario, Gallegorey.
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