6.000 LEGUAS DE VIAJE BLOGMARINO (LA FELICIDAD)

botas-1LEGUA: antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una persona, a pie, o en cabalgadura, puede andar durante una hora; es decir, es una medida itineraria. Y también literaria.

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La ciudad rueda bajo la moto. El asfalto. El frío de marzo. Hoy las nubes parecen platillos volantes. Terminaré pronto la clase a la hija del teniente. No puedo evitar mirar hacia arriba y aspirar hondo mientras conduzco la moto, atado al trayecto, con prisa.nubes-lenticulares-1

Es tan especial: la tarde, las nubes lenticulares, la mili eterna. Qué cadenas, otros 11 meses aún. Pero la ciudad es mía, las nubes son mías, la vida es mía. ¿Qué vendrá  después de la mili?

***

manos-volante-1Conduzco camino de la redacción. Agarro con fuerza el volante intentando fijar en la mente los temas que voy a llevar a la reunión de contenidos esta mañana, nada más llegar. Necesito imponer mi criterio al jefe: que me quite de cultura y sociedad y me devuelva a investigación. Sí, voy a explicarle que necesito un poco más de tiempo y quizá la ayuda de otro periodista (¿Raquel?) para llegar hasta el fondo del asunto, asegurar que los procedimientos son correctos, que podemos conseguir testimonios comprometedores y que destaparemos la conspiración (trabajando para una organización clandestina me garantizo el testimonio en primera persona: cruzar al músico y, si sobrevivo, reportajearlo o… ¿morir en el intento?) Repaso mentalmente la primera parte, la que aspira al Pulitzer: volver a entrevistar al músico, localizar a la camarera, conocer sus razones para la fuga. ¿Por qué es ella tan importante? Qué difícil es concentrarse a esta hora, adormecido por el tráfico. Coincide con la hora de la epifanía, ese momento del día, en su comienzo, que me suele pillar en algún punto intermedio de la carretera 323 y la sucesión eterna de rotondas suburbanas atestadas de vehículos huraños.

tren-y-nubeLa inclinación del sol me obliga a entrecerrar los ojos. Me aferro al volante para que no se me escape la realidad, pero no puedo evitar que una niebla amable, juguetona, se apodere del habitáculo. Me invade una sensación conocida, próxima, de confort, como de un sitio en el que he estado alguna vez, en mi primera juventud, solo, en algún lugar del campo francés, con mochila, en plena búsqueda, y al que retorno una y otra vez en sueños con la nube de la felicidad planeando sobre mi cabeza como un algodón pegado al cielo. Me siento ascender en busca de esa nube, alargar la mano para tocarla, para conocer de qué están hechas.  Si pudiera confirmar que estoy soñando, diría que es un sueño recurrente, el del anhelo de la felicidad, o de la vida, más bien, que me visita muy a menudo. Pero el problema es que no sé si sueño o no, porque esto me ocurre casi a diario, mientras conduzco hacia el edificio de la revista, que es real como la vida misma que retrata en sus páginas. He intentado repetidas veces (como en un sueño) atrapar ese estadio, retenerlo unos instantes, pero es inútil. Dura muy poco y me lo juego a cara y cruz con el tráfico, lleno de conductores con prisa a esa hora. Para cuando llego a la oficina, se ha desintegrado y me deja en un estado de estupor.

—¡Estúpido! ¡Despierta!

volantazo¡Ostras! Ha faltado poco y la culpa habría sido mía. “¿Despierta?” ¿Cómo sabía que quizá estaba en un sueño? Me quedo temblando, aferrado al volante, clavado en la desviación, con medio coche hincado en la cuneta por el volantazo. No he visto venir el todoterreno y tenía que haberle cedido el paso. Qué raro, le he oído claramente llamarme estúpido, y eso que que tenía la ventana cerrada (la mía siempre está abierta). Me aseguro de tener todo bajo control antes de arrancar de nuevo. Me pongo en movimiento con cuidado, ajeno aún al tráfico que ruge en la rotonda. No puedo reincorporarme.  Tengo que seguir por un camino de tierra unas decenas de metros, hasta que pueda dar la vuelta.

poste-animado-brujaEntre la vegetación que rodea el camino, asoma un poste, claro intruso en el bosque animado  me invita a entrar.

poste-leguas-1El poste sostiene una señal que indica una distancia y un lugar: “Allá: 6.000 leguas”. Me pellizco en medio de la epifanía. Ya estamos otra vez. Si es  Novella, me pilla en un momento fatal. Expulso un poco de aliento, para ver si me huele, por si de pronto aparece Ruth. Puff, hoy no me he lavado los dientes después de desayunar. Abandono coche y camino y me adentro en la vegetación sin perder de vista la señal, que no estaba ayer y que, con seguridad, tampoco estará mañana (me está molando la parte de feria de la clandestinidad. Lo mejor hasta ahora, y que no me oiga, fue el sueño de la montaña. Por mucho que os empeñéis, aquella Ruth era de verdad. Y copulamos sin freno. Ahhh, por Dios, cómo fue aquello). Miro hacia los arbustos más próximos mitad deseando que aparezca, mitad calibrando si serán mullidos para un nuevo ataque de espontánea devoción a la causa. Pero no hay respuesta. Me resigno a mirar de nuevo a la señal en busca de una ídem. No parece haber en la mañana ningún atisbo de arte o sortilegio.

senal-traficoO sea, que la organización no necesita comunicarse conmigo. Mierda. Pero la señal no estaba ayer, ni hace un momento. Y señala hacia la vegetación que rodea el camino de tierra. “Allá”. “6.000 leguas”

Taciturno, comprendo por fin que Ruth no va a aparecer hoy. Que la señal es un recordatorio de que hace casi dos años me depositó un tsunami ante el edificio de la revista que ahora me publica, comienzo de otra etapa. Al principio de estas 6.000 leguas, una enciclopedia reencontrada de la infancia.

img_5797Según los controladores de veredas digitales, a lo largo de esta marcha me he encontrado con unas tres mil quinientas personas que han caminado, de media, casi dos leguas cada uno conmigo, un tiempo más que notable de acompañamiento en esta era de atención fragmentada. Sí, ya sé que con muchos de vosotros he compartido muchas más que dos leguas, pero las estadísticas son así.

No os quito mérito (Recuerdo la obra de Gabriel Miró, “Años y leguas”, la ensoñación modernista del autor alicantino que me enamoró en la primera juventud). ¿A cuánto equivale hoy una legua digital? anos-y-leguas-2A la distancia recorrida por un pensamiento más allá de lo trivial en una lectura en pantalla, una distancia que se mide en profundidad, un tiempo suficiente para sentir el avance por un camino sin prisa, sin distracción, hasta completar el paseo con otro ser humano y despedirte hasta el siguiente encuentro. De pronto, he recorrido cientos y cientos de millas en agradable conversación con conocidos y desconocidos. Con cada uno de ellos he compartido itinerario por bosques, prados, ciudades, montañas, habitaciones con ventanas y sin ventanas, bares, pubs, salas de concierto, lugares íntimos del corazón, bromas y añoranzas. 6.000 leguas desde que salimos, porque salimos juntos. Cada una de esas leguas, un trayecto al paso contigo. Nos hemos obligado a ir despacio, pendientes de la vereda, asombrados de la vida, como al principio. Hilario Camacho y su nube, Lafsalonsón, Neil Young cabalgando hacia la luna, una libreta inquieta, una librera de infancia, unos deseos de adolescencia, narración de cuerpos dispuestos, listos para vibrar en sábado, un Central Park en miniatura, un editor que, en el fondo, sabe que tiene al mejor sabueso de la noticia, que ha pillado ya el rastro de una gran exclusiva. Quizá he abusado de la confianza y a veces me he enrollado en exceso. Si lo he hecho, discúlpenme. Todos mis compañeros de trayecto han resultado ser, cuando menos, corteses. Han escuchado atentos y han creído que les relataba historias cuando, en realidad, recorrían en paralelo sus recuerdos conmigo.

Muro control alt deleteSu amabilidad en estos tiempos veloces, escuchando mi voz cantarina, me ha dado argumentos y fuerzas para parapetarme junto al muro al anochecer y esperar mi momento para cruzar la muga yo también, para saltar al otro lado, junto al músico, la camarera y los demás.

6.000 leguas de lectura blogmarina, que han llegado a toda España y han cruzado el charco a bordo del navío mágico por excelencia: El Nautilus. Hemos buceado bajo su panza, hemos peleado a brazo partido con el pulpo gigante.

portada-libro-kirk-douglasY hemos escuchado la voz grave del capitán Nemo mostrándonos, como en un sueño, la maravilla del viaje blogmarino. Somos sus huéspedes, no sus prisioneros. Pero, ¿por qué sus hombres de uniforme nos imponen tanto? ¿Y esa “N” de sus uniformes? ¿”N” de Nemo, o de “Normal”? ¿Somos verdaderamente libres? Sí, pero solo dentro del Nautilus, insiste Nemo.ventana-nautilus-1 Si lo abandonamos, quedaremos a merced de las fuerzas del mar. Quédense, contemplen la belleza de la vida desde mis ventanas. No salgan ahí fuera. Y sin embargo, salimos, una y otra vez.

Tranquilos, confiad en el periodista: el músico está en buenas manos, con el recuerdo de su amor sublime escondido en la canción que le han robado. También la camarera.

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Todos están listos para llegar al otro lado si vosotros queréis desde las Américas, la vieja Europa,  Asia, África, Oriente y Occidente, todos los lugares desde los que han llegado vuestras voces a lo largo de estos miles de leguas hasta mi atalaya, en donde me parece escuchar constantemente la melodía de la canción robada, que ya he hecho mía después de conocer al músico y compartir su sentimiento.

— Yo no escribo canciones banales —me confesó en la entrevista en el jardín del Museo Romántico—. Y aquella fue la mejor. Tú estás aquí para ayudarme a recuperarla. Por favor, empiezo a desesperar.

Es cierto. Parece desesperado. Quien roba una canción a un músico se apodera de su alma y un hombre sin alma propia vaga por la vida. Novella sabe lo que se hace, pasando a este tipo de gente a un lugar seguro, para que vuelva a ser persona y, quién sabe, quizá así marcar el camino a muchos otros. Suena de fondo en mi mente la canción, que habla de nubes y de amor más allá de la eternidad. Qué carajo, este músico debía estar bien enamorado cuando la compuso. Novella me hizo llegar la documentación que Ramiro tenía sobre él. Recuerdo unas páginas turbadoras, por increíbles, que llevaban por título “La FELICIDAD”. En algún momento, Ramiro debió llegar al corazón del músico si es que este, en verdad, le soltó lo siguiente a modo de retahíla:

LA FELICIDAD

Pareja dibujo 3He sido muy feliz montando en moto. He recorrido la ciudad de arriba a abajo. He conducido por carreteras y caminos, saludando a desconocidos por el hecho de ser humanos. He andado por  veredas y arboledas. He sido muy feliz corriendo suelto de chico, por una acera, con la cartera del colegio colgando como un badajo, escondiéndome de mis amigos que me perseguían sin entender mi juego. He sido muy feliz agarrando una cintura para acercar unos labios, abrazado a una guitarra, acariciando cuerdas y palabras para sembrar los años en una canción.

nino-chapelaHe sido muy feliz sin saberlo, de niño. He crecido feliz, sin saberlo, me he hecho mayor feliz, sin darme cuenta. Todo lo que me rodea es rico, yo soy rico. Mucho más de lo que a veces creo o practico. Cada vez que recuerdo, oh, cada vez que recuerdo, me agarro a la cintura, aplasto la nariz contra el escaparate de la tienda, jadeando, escondido de los amigos, a la caída de una tarde más, sin saber que en ella se oculta para siempre el germen de la nostalgia.

He sido muy feliz practicando la vida, incluso cuando ella me practicaba a mí sin permiso. He sido inmensamente feliz reencontrando a mis padres después del combate. He disfrutado de cada día de visita con mi nueva novia, esa que mi madre miraba ya con tranquilidad y con pena anticipada, pues sabía que no llegaría a conocer a su nieto.  He creído en todos y en todo durante largos períodos, feliz e indocumentado, a merced de la opinión de los demás, de sus tejemanejes, que sabia e inconscientemente he ignorado. He apaciguado oscuros conflictos que no podía comprender, parapetado en mi torre de felicidad a prueba de bombas.

p1110650He conquistado menos corazones de los que se puede imaginar, absorto en una busca unidireccional. He disfrutado del calor de los cuerpos entregados, de los tiempos sin preguntas. He empezado a subir las verdaderas montañas pasados los 40 para encontrar ahí arriba el reflejo que buscaba. He revisitado lugares que quedaron a medias, inventando un presente increíblemente gozoso. Me he pellizcado entonces y he buscado sus labios para confirmarlo.

He apretado las manos que se me han ofrecido y pocas me han producido rechazo. He consultado miradas y siempre he encontrado lo que buscaba en ellas. He bajado a la calle y siempre me han acogido sus viandantes. He criado hijos que me han prestado su infancia. He amado intensamente al ser humano y a aquellas que realmente me enamoraron. He intentado volar y he conocido muchos cielos. He intentado cantar y me he escuchado feliz y eterno. He acariciado piel y acero.

No puedo imaginar la vida sin lucha, a la vez que a veces desespero. Y, sin embargo, he llegado hasta aquí, increíble para un tipo tan disperso.

***

Al llegar a la revista, Charo, la recepcionista, me dice que tengo una visita. Recién llegado desde el bosque animado, me resisto a entrar del todo en el edificio. La recepción es la puerta de contacto con el exterior de donde vengo hoy, arañadas las piernas por tanto arbusto del camino.

—Es una chica —indica con el gesto hacia una chica que permanece de pie, de espaldas, junto a la máquina de café—. Se llama Lena. Dice que es la camarera.

***

Comparto hoy mi felicidad para celebrar vuestras 6.000 lecturas de este blog nebuloso, 6.000 leguas de viaje juntos, maravilloso paseo de a dos, mientras los caminos se insinúan hasta el fondo.

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