LA LLAMADA- («LAFSALONSÓN»)

 

 

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Parte 1: «NOVELLA»
informe secreto 1Creo que tengo algo grande, la exclusiva del siglo, pero no me atrevo a planteárselo aún al editor, porque está verde y lo podría echar a perder. Me huele a bombazo, pero necesito juntar más piezas. Mi fuente en el ministerio me ha sugerido la existencia de una agencia que va por libre, “los Normales” los ha llamado. Y que andan a la caza de un viejo cruzador de fronteras. Al parecer, su último trabajo provocó ampollas en las alcantarillas. Se les escaparon en el último momento el cruzador y el cruzado. He atado cabos al recordar retazos de mi larga entrevista con Ramiro, el “mugalari”, para el reportaje sobre contrabando de palabras que mi querido editor despreció por inoportuna. ¿Desde cuándo el periodismo tiene que ser oportuno? ¿Qué hacen los agentes Normales? ¿Por qué se empeña Ramiro en esconderse de ellos, él, que ha burlado durante toda su vida a la Guardia Civil, a la CIA, al Mossad y al MI5? Lo que está claro es que si quieren al pasador es porque su trabajo es bueno. Debería entrevistarme con él de nuevo, en algún lugar a salvo de cámaras y micrófonos, como la otra vez, cuando insistió en que nos viéramos en la otra ribera del río, junto a las palmeras del lado de allá. ¿Sería ético, como periodista, avisarle de que le persiguen?

Palmeras GuadalquivirEn aquella ocasión me contó su vida, que luego resumí en el reportaje inoportuno que no se publicó, y sugirió algo sobre un tipo al que habían robado algo muy especial y amenazaba con poner todo patas arriba. Ahora que empiezo a tener más y más indicios de la caza no declarada entre el ministerio (los Normales) y Novella (la organización para la que trabaja Ramiro), temo por su seguridad. Debo contactar con él cuanto antes. Me viene a la cabeza la larga conversación que mantuvimos bajo las palmeras, con el sonido de fondo de las aguas generosas del Guadalquivir, mientras despliego los papeles que me han llegado por correo sin remitente, un paquete tamaño folio. Media hora después, me siento en la silla de la cocina, incrédulo, con mi ordenador abierto para escuchar un archivo de audio contenido en un lápiz de memoria. A primera vista los papeles sugieren que Ramiro preparaba (preparó) un cruce de alto riesgo, pero no me queda claro aún qué es lo que tenía que poner a salvo, a quiénes cruza exactamente y por qué. Me pregunto por qué rechazó el editor el reportaje de forma tan tajante. ¿Era inoportuno por lo de los refugiados?¿O es que no quería líos? Tengo que seguir investigando. Mientras ordeno la treintena de folios con dibujos, anotaciones y texto, escucho el archivo sonoro. Reconozco la voz única de Ramiro en ella. El tono es bajo, pero tiene algo de juguetón, y mantiene ese acento del norte que me hacía sonreír de vez cuando lo asociaba al mentón pronunciado que casi veía a contraluz, a la luz de la tarde, en la ribera del río. Así empieza su monólogo:

RAMIRO: like dislike 1“Llevo bastantes meses jugando al despiste en las redes, haciendo amigos nuevos y recuperando a antiguos a los que adulo y engaño de forma reiterada con mis comentarios, mis “me gusta” o mis emoticonos variados. Ahora mismo, debo tener una colección de conocidos de todo pelaje: compañeros de trabajo, antiguas novias, hermanos perdidos imposibles, tocayos de apellido igual dispersos por América del Sur, primos, ex compañeros de la facultad, de la mili, de mis primeros trabajos, incluso de mis andanzas por México, Marruecos o Tel Aviv, alguno de los cuales podría informar de mí en cualquier momento, extrañado de tanto entusiasmo y tanta afirmación, de tanta aprobación por mi parte a sus publicaciones. Les engaño sin pudor a todos. Pero es por necesidad. Sé que están sobre mi pista y que mi trabajo para la organización peligra. Detrás de todo, una vez más, se encuentra Ruth, mi contacto.  Insiste en que sea precavido y que me tome muy en serio las medidas de seguridad, que use la Red a mi favor.

like camión desczrgandoY eso es lo que estoy haciendo, querida Ruth (me encanta cuando te muestras preocupada por mí): estoy mandando cientos, miles de señales que quizá sean contradictorias (¿quién podría aseverar esto, realmente, pues yo mismo he nadado en extremos arbitrarios toda mi vida?), como, por ejemplo, dar a “me gusta” o incluso “me encanta” en Facebook por igual a un video que muestra crueldades obscenas o una iniciativa popular contra la corrupción,  a videos divertidos de gatitos y a soflamas rancias anticomunistas, a niños rockeros geniales y a ofertas de sexo salvaje. Todo me gusta, sí. Aparentemente (¿realmente me disgusta?). El nivel de contradicción de mi paso por las redes en los últimos meses podría disparar una alarma en el Big Data Center de EMEA (Europe, Middle East and Africa) y tener a los plastas del Mossad o del MI5 otra vez pisándome los talones, ahora que estaba tan tranquilo en Copenhague. Pero he decidido jugármela, hacer méritos ante Ruth y ante el resto de la organización (pero sobre todo, ante Ruth. Si se supiera que, en realidad, es ella la que me mueve a hacer todo, a este viejo corazón cascado). A ver si consigo reventarle el script  al algoritmo que se ha pasado los últimos meses elaborando mi perfil para ellos. Me gustaría saber cómo es ese perfil, qué tipo de persona virtual y sin escrúpulos (igual me equivoco y decir “me gusta” a cosas tan variopintas y contradictorias no implica necesariamente deshumanización) tienen asociada a mi fotografía y nombre en estos momentos.

niebla valla monteSin duda, una muy distinta a la de alguien que tiene encomendada una misión secreta: pasar al otro lado a personas cuyo ejemplo no es conveniente dispersar, como, por ejemplo, un tipo algo desequilibrado que cree que alguien le ha robado una canción de juventud y ha puesto así patas arriba su propio presente, que, para él, no tiene valor, o sea, que puede hacer cualquier tontería, y eso es el tipo de cosa que justifica la existencia de los Normales. La organización quiere sacarlo cuanto antes de aquí y llevarlo al mundo libre. Ruth me ha vuelto a citar la semana que viene en Christiania para avanzar detalles. Debería haber completado para entonces la ficha y un previo del plan de escape. Me ha pedido que le envíe por mensajería especial (un lápiz de memoria) todo lo que haya podido recopilar hasta entonces. Y creo que tengo algo. El otro día conseguí acceder al ordenador de la P.N. (Policía Normal) gracias a un contacto que, como comprenderéis, no puedo compartir aquí. He convocado a Ruth ante unas cervezas la semana próxima para comunicarle mi hallazgo: confirmo que el tipo al que, al parecer, la música y una extraña pasión mantienen alterado está siendo espiado por los Normales. Es el paso previo a cualquier desaparición. Si les interesa a ellos, también nos interesa a nosotros. Esta información me ha parecido crucial para la organización y es la que pienso entregarle a Ruth delante de unas cervezas la semana próxima, mientras devoro sus pupilas verdes. Dice así el informe que he conseguido sustraer del servidor:

Informe 323-B del sujeto Juan M., redactado por el agente Hipólito B.:

Hombre asoma entre papeles“El individuo se muestra preocupado por la música constante que entra y sale de su cabeza, como lo demuestra el texto que se expone a continuación, fotocopiado de su diario manuscrito, que rellena como un adolescente casi todas las noches. El seguimiento se ha completado en la semana en curso con la grabación de un video en el que se aprecia al sujeto bailando muy apretado con una joven de su oficina en un club de dudosa reputación. No fue posible registrar el contenido de las palabras que le susurraba a la oreja, si es que las hubo y no fue todo, más bien, un achuchón con mordisco en la oreja izquierda. El texto que se adjunta pasa a engrosar el expediente de Perfil Conflictivo 323-B. Sólo añadir que el texto se obtuvo mediante fotografía de una de las libretas que el sujeto guarda en su mesita de noche, en concreto una muy gastada, con una cubierta de nubes. Éste es el texto, escrito, por cierto, con una letra mala, casi malvada, de las que destrozan los ojos de los espías que tienen que interpretar después lo fotografiado. Ésta es la transcripción del texto extraído de la libreta del individuo, que someto a Vd. en espera de instrucciones para próximos pasos:

Parte 2: «LAFSALONSÓN»

 

niño cabeza cassetteTRANSCRIPCIÓN MÁS O MENOS LITERAL DE LO FOTOGRAFIADO EN LA LIBRETA: “Quiero saber por qué siempre hay melodías merodeando a mi alrededor, por qué me habitan, en qué momento se me subieron a la mochila, por qué no me han abandonado nunca desde entonces, por qué son tan importantes en mi vida. Mis amigos me han recomendado que navegue siempre en la Red en modo “incógnito”, para despistar. No sé dónde ven peligro. Yo sólo soy un ciudadano más, algo poeta quizá, arisco a veces, pero voy de frente. Sólo tengo mi vida y no creo que deba arrepentirme de ello. Ni creo que a nadie le interese. Ahora ando revuelto porque alguien se ha apropiado de algo que fue mío y que no puede ser nunca de nadie más. Y lo mismo hago alguna tontería. Porque no pienso dejarlo estar.

Señores de Google: a ver quién descifra antes mi misterio: su algoritmo o mi capacidad de recuerdo. Cierro las cortinas. Tecleo en el buscador:  “ Jethro Tull- Life is a long song”. Escojo de entre todas la entrada que me interesa, un video de 1971, rodado en cine, de una canción que dice que la vida es una larga canción. Stop. Llevo toda la vida sospechando que todo empezó con esa canción.

Nada llamativo, aparte de la baja calidad de video y audio, de momento. Y, sin embargo, está a punto de producirse un secuestro. Un cantante de aspecto estrafalario interpreta con hermosa voz desde su cara, semioculta contra el fondo negro, una canción que empieza con una guitarra acústica muy aguda. Al llegar al estribillo, lanza un mensaje en clave: LAFSALONSÓN. Y cada vez que suena la palabra mágica, una flauta bailarina la fija en el aire. El adolescente acaba de regresar de su primer viaje al extranjero y escucha en un reproductor de cassete en el salón de la casa familiar de veraneo la cinta que ha grabado un hermano mayor: un disco llamado Living in the Past, de un grupo llamado Jethro Tull.

—¿Rezo tú?

— No, tontaina, se pronuncia Yezro Tul. Es el nombre de un inglés que inventó una especie de máquina para sembrar en el campo.

Qué nombre más complicado.  Ahora me bastaría teclear en Google. (¿Me fío de la wikipedia?). Afortunadamente tenía un hermano a quien preguntar entonces.
NIÑO Y NIÑA EN SOFÁ (4)Al regreso de ese viaje al extranjero, de Londres, me encuentro raro. He vuelto con nervios a la ciudad de veraneo, donde, en secreto, sueño con reavivar una historia pendiente, de dos años atrás, cuando éramos niños. Mis padres resultan cada vez más extraños. No van a la playa casi nunca y a mí me da pereza ir, no sé muy bien por qué. Así que me quedo en casa otra mañana y pongo el cassette en un aparato Sony. Es una avalancha de canciones extrañas y sugerentes. Suena rarísimo: una especie de voz con flauta que ruge a veces, otras es más aguda, otras, simplemente, desciende desde el cielo, arropada por los instrumentos típicos de la música moderna, de la que no conozco nada aún: guitarra eléctrica, batería. Entra por el ventanal del salón la luz de mediodía de agosto, reflejada desde el majestuoso hotel blanco de enfrente. Casi imperceptible se cuela el sonido de la calle, de la vida, y se empasta con el del cassette. El río de canciones riega un oído virgen.

Ian Anderson - trovador 1El flautista canta versos que aún no comprendo bien y de vez en cuando recapitula en un estribillo. La melodía se mete en la cabeza y no sale ese día, ni el siguiente, ni el otro. No entiendo lo que me pasa, parecen estar llamándome desde fuera, alguien pronuncia, entre palabras que no entiendo, una orden que no puedo desobedecer: LAFSALONSÓN. El niño obedece al flautista, se levanta y baja a la calle, sin dejar de oír la palabra, una clave mágica, seguro, y la flauta que la envuelve. Apoyado en la barandilla, mira el mar, la playa repleta, las chicas en bikini, la isla en mitad de la bahía.

Barandilla y playa SSEl horizonte se le ofrece, como le llegan las risas de las chicas adolescentes que tontean en la playa con un grupo de chicos, como le acuna el rumor regular de las olas al romper en la orilla, como le recorre la mente la música que planea sobre toda la bahía, capturando el instante para la eternidad: “Lafsalonsón”, canta mentalmente, y cierra los ojos. Y silba la melodía. Y nace una conciencia. Sube corriendo al piso y pone la canción una y otra vez. ¿Qué dice la canción, qué es “lafsalonsón”? Se supone que acaba de volver de Inglaterra, para aprender inglés. Imposible de saber, porque en los cassettes no se apunta el título de las canciones y el hermano no está cerca para preguntarle a su amigo, el que tiene el disco del que se ha grabado la cinta. Antes de despedir el verano habrá intentado, sin conseguirlo, materializar ese primer amor que se anunciaba de niños, y así habrá aprendido que las chicas son mujeres, que miran distinto, a veces con picardía, otras con indiferencia, pero que, a esa edad, ellas también están más pendientes de interpretar su propio lafsalonsón, la llamada, y normalmente lo hacen mirando a chicos más mayores. El niño no percibirá las miradas cruzadas entre sus padres, que reconocen el impulso y se preparan, resignados, para una nueva adolescencia en la familia.

Al regresar del veraneo, poseído de una nostalgia omnímoda, (qué útil habría sido concluir que se trataba sin más de enamoramiento terreno no correspondido, en lugar de poblar el sentimiento de romanticismo, juramentos a Dios, paisajes abismales, damiselas y caballeros), corrí a la tienda de discos del barrio, y allí estaba, aguardándome, la clave.

Con el disco en las manos, absorbiendo cada centímetro cuadrado de portada y de fotos, leí la respuesta: tercera canción de la cara 4 (era un álbum doble): Life is a long song: la vida es una larga canción. Me habría encantado salir corriendo a ver el mar, la playa, y cantarlo, esta vez pronunciando bien ya para siempre: life’s a long song. Pero estaba en mi ciudad, de vuelta, había escrito una larga carta a la que ella contestó con una madurez sobrecogedora, porque tenía que lidiar con su propio lafsalonsón y con el empuje del mío, muy bravo. Y así empezaba el invierno de los 14-15 años, el más triste que recuerdo de mi corta vida, con tristeza de amor, mientras experimentaba a regañadientes la llamada salvaje de la música que mi amigo Julián me iba ampliando con dosis de caballo.

En aquel triste invierno (y primavera, y verano) de los 15 años, conocí muchos otros grupos, había profundizado en Dylan, empezaba a gustarme el disco de él que me había comprado en mi anterior cumpleaños para hacerme el mayor, pero que ni me llegaba ni entendía, y mi amigo Julián me iba introduciendo en todo lo nuevo, el rock progresivo del momento: Pink Floyd, Genesis, Yes, Focus, King Crimson, Emerson Lake and Palmer, Procol Harum, Tangerine Dream, el grupo alemán Neu!, vaya retahíla de propuestas.

CSN&Y 1Pero también Crosby, Stills, Nash & Young y, cómo no, los Rolling Stones, los Kinks, los Who, Los Doors, Janis Joplin, Hendrix. De entre ellos, me quedaba con Neil Young y un disco increíble, Harvest, cuyas canciones me hacían casi llorar de emoción. Ellos mismos vivírían en mis canciones en lo siguientes años: «Anderson, Kinks, Dylan, los Who/momentánea salvación/ me llenasteis el vacío/ Crosby, Stills, Nash y Young».

Y seguía fiel a Jethro Tull, pese a los nuevos conocimientos. Julián me insistía en abrirme a otras cosas. Yo seguía embelesado por la flauta y la figura del trovador-mendigo, Ian Anderson, de quien acababa de descubrir un disco clave del rock de los 70, Aqualung, prohibido en España por sus letras ateas y su portada de dibujos sacrílegos. Una canción, Locomotive breath, nos tenía hipnotizados.

IMG_3327Cuando conseguí la letra, me la empollé y la cantaba en clase. Mi compañero de pupitre me preguntaba si sabía lo que cantaba y yo le contestaba que sí, por supuesto, pero no estoy seguro. En apenas tres años, entre 1971 y 1973, Jethro Tull había sacado un disco clave, Aqualung, una obra maestra conceptual  llamada Thick as a Brick, de 1972, una canción única de 40 minutos, con una de las portadas más originales de la historia (un periódico imaginario, con varias hojas), y el doble álbum Living in the Past, un icono de su rock progresivo, que contenía Life’s a long song ,y cuyo tema principal, Living in the past, me llenaba de la melancolía del verano del despertar.

Sumido en ese estado de la edad y del primer amor imposible, encontraba en cada verso alivio de momentos difíciles, cada estrofa te daba ánimo y desembocaba en la idea principal: la vida es una larga canción, nos encontraremos a la dulce luz del amanecer. La orquestación de violines que acompañaba a la flauta no debía ser muy rockera, pero el conjunto resultaba inigualable, imbatible. Todo llevaba a ella, al recuerdo del verano.Jethro Tull 1974-10-25 Madrid 2Meses después, cuando Jethro Tull tocaron por primera vez en España, me quedé sin entrada a la puerta del pabellón, en una de las noches más tristes de mi vida. Y la canción terminaba con un verso intrigante: “But the tune ends too soon for us all” (pero la canción termina demasiado pronto para todos). Éste sí que podía ser un mensaje en clave: la vida es una larga canción, pero se acaba demasiado pronto para todos. ¿Era rock fácil o poesía elevada? ¿Cómo interpretar eso a los 15 años?

FullSizeRender (5)De pronto, el tiempo se aceleró, pedí una guitarra acústica por Reyes y unos meses más tarde, con todos mis ahorros, celosamente guardados por mi madre durante años, me compré una flauta travesera. Y monté un grupo con compañeros del cole. Por supuesto, la primera canción que escribí nunca, a los 16 años, con guitarra y flauta, versó sobre la punzada del despertar, el yin y el yan del verano de dos años antes, en que el niño fue abducido para siempre por el flautista y el adolescente ponía la primera muesca de dolor en su libreta aún no escrita. Lo que llegué a hacer por imitar a Ian Anderson. Incluso en un período de máxima (y preocupante) inestabilidad emocional, provocado, cómo no, por una chica, llegué a escribirle una carta (era lo más natural cuando querías dirigirte a alguien) que no sé si le llegó, pues nunca contestó. Imagino que para él sería un fan más. Lo que le escribiera era irrelevante.

300px-Pied_Piper_with_ChildrenLo que realmente decía esa carta, visto con mis ojos de hoy, era algo así como: yo soy el fan al que arrancaste de sus padres al son de tu flauta para llevarle, junto a tantos otros, a una cueva que escondía todas las sorpresas de la vida de adulto. Fue fascinante. Me gustó, gracias. Pero ahora que llevo unos años vagando por ahí, ahora que estoy perdido y destrozado y ya no puedo acudir a mis padres, mándame una nueva señal, un nuevo lafsalonsón.

FullSizeRender (4)Yo no era un fan cualquiera, era el devoto que se había desesperado sin entrada a la puerta de un pabellón, escuchando las pruebas de sonido de su dios, un proyecto de adulto que había decidido allí mismo empezar a recorrer la música desde dentro con una guitarra acústica y una flauta. Yo era el que, poco después, montó un grupo con compañeros del colegio que suspiraban, como él, con tocar música, hacer canciones. Lo hicimos. Hoy día, su casa de discos quizá habría contestado algo por Facebook o Twitter. Entonces fue el silencio postal. Y yo salí adelante, con más de un tumbo.  Hoy tecleo en google para reconstruir el recuerdo, pero no me hace falta la imagen de Youtube. Porque entonces sólo se escuchaba, apenas podíamos ver algo de rock en la tele en programas como Beat Club y, si tenías suerte y ponían algo de Jethro Tull, lo pasaban una única vez. Después, tenías que recomponerlo en tu mente.  Era como un buen libro: las palabras transmiten, pero el lector complementa con su imaginación todo lo que las palabras le sugieren. Lo que queda hoy no es esa imagen del flautista del video, sino el recuerdo del salón familiar, la luz de la mañana de agosto en el norte, un cassette Sony muy primitivo y la sensación de llamada imposible de rehuir.
Las canciones se escriben y quedan, como todo lo que hacemos con amor. Desde el descubrimiento de Life is a long song hasta aquí he leído muchos libros, he seguido a muchos cantantes, he comprobado cómo todos escriben siempre la misma canción: Dylan, Springsteen, los Rolling,…lo que menos importa son los temas nuevos. Todos suenan a la misma canción, que son ellos mismos, la eterna canción, desde hace 40 o 50 años, los que llevan en activo. Y así se pasa la vida, cantando la misma canción, llena de inflexiones, y armonías, de variaciones, de solos, de momentos que conectan con algo muy vivo en nosotros, la eterna canción sobre ti y sobre mí, que me quieras, que me invites a salir, que no mires para otro lado, que pienses que te has equivocado conmigo y me mandes a paseo, que al estrenar amor en otros brazos no se rasgue el recuerdo como se rompen las cartas, que el humo de un cigarrillo me ayude a recomponer tu rostro en las volutas, que sienta que la canción, la eterna canción, ha ido y ha vuelto. Como me decía una joven escritora hace poco, todos escribimos la misma novela una y otra vez y ella, que se ha consagrado a la Literatura, algo debe saber.

guitarra, libreta ordenadorAhora un joven cantante me ha robado mi canción, la que me define, un trozo de mi alma, no aquella primera sino la que escribí años después, en la cima del amor, cuando pensé que ya había llegado a la cumbre definitiva y que solo me quedaba contemplar el mundo desde allí. Qué equivocado. Pienso cómo sonaría tantos años después, cómo la escribiría ahora. Mis amigos dicen que muy parecido a entonces. Y yo sé que no es así, que he evolucionado, he crecido, he sufrido, he amado después de ti, he viajado por distintas sendas de conocimiento, incluida la música, y ahora tengo mi mejor canción. La tengo preparada. Y que no suena solo en notas y acordes sino en un tren de palabras, pues se ha convertido en relato de la vida, de la larga canción.  Pero, mientras me peleo y desenmascaro todo este asunto, pienso, con regocijo de autor, que quien la haya robado no tiene futuro con ella. Porque las canciones sólo viven cerca de quien las crea y de quien las siente, no de quien las utiliza. El mismo Ian Anderson, después de toda una vida subido en el escenario, de gira en gira, quizá ajeno hasta el ridículo del desgaste brutal del tiempo sobre el rock, llega a un remanso y nos recuerda, cuarenta años después, que la canción sigue viva, como la vida. Y la interpreta de otra manera. Porque él también ha vivido, pero aún la siente. La misma canción, aunque no es la guitarra esta vez sino el cuarteto de cuerda el que pone el punto final, un hermoso guiño del maestro para recordar que todo es un suspiro. La vida es una larga canción, que se termina demasiado pronto.

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Querido editor, esto es grande. Me voy a meter a fondo.

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A Julián, Rober, Javi y Jorge, compañeros de viaje de aquellos maravillosos años.

 

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